En la entrada anterior, hablamos de
principio del contraste: como seres
humanos, no percibimos una cosa por sí misma, sino en relación a otras. Así cuando se observan dos cosas de manera
seguida, tendemos a percibir la segunda de ellas en base a la primera
experiencia recibida. Por ejemplo, el agua templada te puede parecer fría
si acabas de sumergirte en agua hirviendo; o bien caliente si justo sales de
una piscina helada.
Este mismo principio se puede emplear
en la venta, ya que si se presentan
varios productos en un orden concreto, el cliente valorará los últimos en
relación a los primeros.
Hoy explicaremos las 2 tácticas que
usan este principio del contraste durante la venta.
EL VALOR DE REFERENCIA
Como las personas no evaluamos los
precios de forma absoluta, sino de forma relativa, se puede influenciar cómo se percibe un producto ajustando el set
de comparación.
El valor de referencia explica
situaciones aparentemente irracionales. Hace unos años Un estudio (1) demostró
este efecto al realizar dos experimentos. En el primero se le pedía a un número
de personas que asumieran que estaban en una tienda para comprar una
calculadora cuyo precio era 15 US$ y que el vendedor les decía que en otra
sucursal, de la misma cadena ubicado a 20 minutos de distancia, el producto
estaba en oferta por 10 US$, ¿estarían dispuestos a ir hasta la otra tienda
para ahorrarse 5 US$? En el estudio 68 % de las personas respondieron
afirmativamente: más de dos tercios valoraban más los 5 US$ que el coste de los
20 minutos de viaje.
Con otro grupo de personas se
realizó el mismo experimento, pero esta vez se les dijo que el precio de la
calculadora era 125 US$, y que el producto en oferta costaba 120 US$, es decir,
nuevamente un ahorro de 5 US$. Solo un 29% (menos de la mitad que en el
caso anterior), estuvieron dispuestos a viajar los 20 minutos para conseguir la
oferta.
En ambos casos el ahorro era el
mismo (5 US$) y el coste también era el mismo (20 minutos de viaje), ¿por
qué tanta diferencia en la preferencia? Porque no analizamos las alternativas
económicas de forma absoluta, sino relativa (aunque a veces eso nos lleve a
decisiones irracionales, como valorar 5 US$ de forma diferente a 5 US$).
Este principio se puede aplicar en
la práctica de muchas maneras. Por ejemplo, se puede gestionar el canal de
distribución, tal como hacen ciertos laboratorios que se niegan a vender sus
tratamientos de belleza en los supermercados, prefiriendo las farmacias, donde
estarán al lado de productos más caros y, en comparación, serán percibidos como
más económicos que si tuvieran el mismo precio pero estuvieran junto a otros
más baratos en un supermercado.
PRIMERA APLICACIÓN DEL PRINCIPIO DE CONTRASTE: LA TÉCNICA DEL PORTAZO EN LA
CARA
Ya hemos hablado de esta técnica.
Consiste en utilizar de forma simultánea la reciprocidad y el contraste. Inicialmente se realiza una petición
elevada, y cuando es rechazada, se hace una petición menor (que suele ser
aceptada).
En la farmacia podemos aplicar esta
técnica del portazo en la cara (principio de reciprocidad + principio del
contraste) presentando ese “producto
huérfano” con un precio muy alto (que no logramos vender) y a continuación la
alternativa (que es la que habíamos pensado recomendar desde el primer momento)
de precio más bajo.
Por un lado el principio del
contraste hace que el segundo producto parezca más barato. por el otro el
cliente se siente en deuda con el vendedor (que cede y no insiste para que
compre el producto caro), y también hace una cesión: acepta comprar el producto
más barato. ¡Es la reciprocidad!
SEGUNDA APLICACIÓN DEL PRINCIPIO DE CONTRASTE: LA TÉCNICA DEL PRODUCTO
SEÑUELO
El principio del contraste también
provoca que, si tenemos que elegir entre
tres alternativas en una categoría en la cual no somos expertos (la gran
mayoría de los casos), tendemos a
elegir el producto de rango medio.
Lo maravilloso de esta táctica es
que nos permite influenciar la
percepción de los consumidores con decisiones que dependen solamente de
nosotros al comparar, por ejemplo, nuestros productos con otros productos
también nuestros. Esto se logra agregando un producto “señuelo” a
nuestra oferta.
Un ejemplo clásico: Williams-Sonoma,
un distribuidor de productos para el hogar, ofrecía una máquina para hornear
pan en casa por 275 US$. A pesar de la gran calidad del producto, se vendieron
muchas menos máquinas de las esperadas. El decepcionado fabricante, siguiendo
los consejos de un consultor de marketing, desarrolló otra versión de la
máquina, más grande y con un precio 50% superior, para que estuviera junto al
modelo original. Las ventas del nuevo modelo más caro fueron (lógicamente) casi
nulas, pero las ventas del modelo original se habían casi duplicado. El producto “señuelo”
había influenciado la percepción de los consumidores que, por comparación,
ahora veían a la máquina original como una gran oportunidad (2).
Otro gran ejemplo de cómo aumentar
las ventas con un producto “señuelo” lo constituye, el semanario inglés “The Economist”. Como demostró el estudio
realizado por Dan Ariely, profesor del MIT y Duke University (3).
Mientras navegaba por Internet, el
profesor Ariely se topó con el siguiente anuncio de “The Economist”:
- Solo la edición digital por 59 US$: 16%
- Solo la edición impresa por 125 US$: 0%
- La edición digital junto con la
impresa por 125 US$: 84%
Al analizar los precios de las tres
alternativas, la primera reacción es suponer que hay un error tipográfico. Está
claro que la versión digital cuesta 59 US$ y la versión impresa 125 USD$, pero
¿la versión que incluye la versión impresa y la versión digital cuesta lo mismo
que solo la impresa?
Para comprobar que no se trataba de
ningún error sino de un gran uso de un producto “señuelo”, el profesor Ariely
decidió testear el impacto de estas ofertas entre sus estudiantes del MIT.
Al ser presentados con las 3
opciones, los resultados fueron los siguientes:
- Solo la edición digital por 59 US$: 16%
- Solo la edición impresa por 125 US$: 0%
- La edición digital junto con la
impresa por 125 US$: 84%
Como era de esperar, la tercera opción
resultó la gran ganadora.
Entonces el profesor decidió
realizar otro experimento, esta vez ofreciendo solo la primera y la tercera
alternativa. Teniendo en cuenta que nadie había elegido a la segunda opción,
los resultados deberían ser los mismos, ¿no?
En este segundo experimento los resultados
fueron los siguientes:
- Solo la edición digital por 59 US$: 68
%
- La edición digital junto con la
impresa por 125 US$: 32%
A pesar de que las dos alternativas
son exactamente las mismas en ambos experimentos, en este segundo caso ¡la
versión combinada obtuvo solo una fracción del intento de compra!
Esta técnica se puede poner
fácilmente en práctica agregando un producto “señuelo” que contenga una versión
levemente menos atractiva que la del producto que queremos vender.
En
Carrefour, la marca francesa emplea reclamos “por debajo” para favorecer otros
productos de su marca. Esto es
evidente, por ejemplo, en el papel de cocina:
Los dos son
productos de Carrefour, pero el primero tiene un precio más alto que el segundo
(y también algo más de calidad). Otras marcas competidoras como Colhogar
o Scottex ofertan productos más caros. El hecho de que aparezca el producto
“Carrefour Discount” favorece al producto “Carrefour” frente a las otras
marcas, ya que no hace parecer a “Carrefour” como la peor de las opciones, y de
forma relativa incrementa su valor con respecto a “Carrefour Discount”. De este
modo, Carrefour “mata 2 pájaros de un tiro” al cubrir el segmento de los
extremadamente sensibles al precio (Carrefour Discount) y de aquellos que
buscan un papel de cocina de calidad media (al verse Carrefour beneficiado por
la presencia del reclamo).
En muchos restaurantes. Si alguna vez os habéis preguntado por qué ponen en la carta platos o vinos extremadamente caros (que
seguramente nadie o casi nadie pedirá), el motivo es para favorecer otros
platos o vinos también caros, pero no tanto, y que se verán
beneficiados por la mera presencia de ese reclamo. Es exactamente lo mismo
que hizo Williams-Sonoma.
En la farmacia, podemos emplear está táctica del señuelo exponiendo en el
lineal un producto recomendado (de mayor precio), un producto estratégico (que
es el que más nos interesa vender), y un producto en promoción (de calidad y
precio inferiores a los otros 2).
Porque el cliente, tiende a posicionar al producto estratégico como el que
ofrece la mejor relación calidad precio.
En resumen, para aumentar las ventas
con mínimos recursos podemos utilizar el poder de la comparación relativa. Como
los consumidores elegimos los productos en base a las alternativas ofrecidas, se
puede gestionar ya sea el orden en que cada alternativa es presentada
o el tipo de alternativas bajo consideración utilizando, por ejemplo, productos
“señuelos”.
En cualquiera de estos casos sus
ventas crecerán sin tener que hacer grandes inversiones, y lo mejor de todo,
con un gran nivel de certeza.
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