El
principio de coherencia alude al hecho de que se está mucho más dispuesto a aceptar algo si la propuesta se
corresponde con compromisos o afirmaciones que previamente se han hecho. Es
decir, tendemos a intentar mostrar conductas coherentes con nuestros
comportamientos previos, incluso cuando los comportamientos previos no fueron
muy meditados. Esto explica por qué, por ejemplo, es más difícil captar a un
nuevo cliente que mantener a uno que ya se ha obtenido.
Lo
que activa en nosotros el principio de coherencia es el compromiso. Si
conseguimos que alguien se comprometa con algo, ya hemos creado las condiciones
para que siga su tendencia natural y trate de ser coherente de una manera
automática e irreflexiva.
Un ejemplo de cómo actúa la
coherencia lo podemos ver en las películas de la saga “Regreso al
Futuro”. En estas películas, el protagonista, Marty McFly, encarnado
por Michael J. Fox, suele ser tentado por su rival a algún tipo de acto
arriesgado. Marty, en principio, se niega, ya que sabe que no le conviene.
Entonces es cuando su rival aplica el principio de coherencia en su contra
diciendo:
-“¿Qué
te pasa, McFly? ¿Eres un gallina?”
De este modo, el protagonista acepta
para demostrar que no es un gallina y que es coherente con su valentía, aunque
su decisión no sea la más idónea para él.
Una
vez hemos tomado una decisión o adoptado una postura, tendremos presiones
personales e interpersonales para
comportarnos de acuerdo con ese compromiso. Esas presiones nos harán
responder de manera que justifiquemos
nuestra decisión anterior.
Si además escribimos esa
postura con nuestro puño y letra, su poder de compromiso todavía es más
acentuado. Y si la hacemos pública, aún seremos más reticentes
a cambiarla. De aquí que haya mucha gente que se entozudece en una
discusión (aún cuando para todo el mundo es evidente que no tienen razón),
porque al hacer pública nuestra postura seremos todavía más reticentes a
cambiarla ya que nos gusta mostrarnos como personas firmes frente los demás.
De
cara a los demás, nos comprometen fundamentalmente los actos públicos, no tanto
las ideas o las opiniones, en las que sería más fácil justificar un cambio.
Existen multitud de estudios y
ejemplos relevantes. Les explicaré dos que me parece que resumen bien este
principio.
Uno es un experimento realizado
por el psicólogo social Steven J. Sherman (1). Visitó a una muestra de
residentes en Bloomington (Indiana) como parte de una encuesta que estaba
realizando y les preguntó cuál sería su respuesta si alguien les pidiera que
dedicaran tres horas a hacer una colecta para la Sociedad Americana de Lucha
contra el Cáncer. No queriendo mostrarse poco caritativos ante el encuestador o
ante sí mismos, muchos de ellos afirmaron que se ofrecerían voluntarios. La
consecuencia de este sutil compromiso fue un aumento del 700 por 100 en el
número de voluntarios cuando, pocos días después, les visitó un representante
de la citada sociedad para pedirles que recaudaran fondos en el vecindario.
Como pueden ver, “con compromisos
iniciales triviales se logran abnegaciones de gran importancia”.
El segundo ejemplo se centra en los
estudios del psicólogo Edgar Schein (2) sobre los prisioneros americanos
durante la guerra de Corea: Mientras “sólo
unos pocos hombres consiguieron evitar toda colaboración, la mayoría
colaboraron en uno u otro momento”. Los americanos se quedaron atónitos al
descubrir que en las prisiones chinas donde se encarcelaban apenas había fugas.
De hecho, muchos de los intentos de fuga eran delatados por los propios presos
americanos.
¿Cómo (los chinos) habrían conseguido
que esos hombres les proporcionaran información militar, delataran a sus
compañeros o denunciaran públicamente a su país?
Los estadounidenses creían
abrumadoramente que los prisioneros de guerra que habían colaborado con el
enemigo lo hicieron porque les habían lavado el cerebro, (esa fue la expresión
que empleó el periodista británico Edward Hunter). Pero, de hecho, como se hizo bastante obvio a partir
de las historias de estos prisioneros, el motivo era la
estrategia psicológica que los chinos emplearon:
Empezaban interrogando un preso sobre
qué creía que se podía mejorar de la cultura yanqui y qué le gustaba de la
cultura china. Una vez respondía, le tendían una hoja de papel y le pedían que
escribiera una redacción completa sobre eso. Después, le hacían leer la
redacción a través de la radio de la cárcel.
A lo largo de este proceso, al preso
americano le empezaban a asaltar sentimientos de haber colaborado con el
enemigo sin que le hubieran coaccionado o presionado forzosamente, al fin y al
cabo la redacción había sido escrita por él.
De esta forma (para ser coherente con
sus actos), terminaba alterando la imagen que tenía de sí mismo. Y eso
reforzaba su propia percepción de colaborador con los chinos, lo cual a su vez
provocaba más actos de colaboración.
Resultó ser un método especialmente
eficaz para sonsacar confesiones, autocríticas e información durante los
interrogatorios
En las cárceles chinas se estaba utilizando una variación de una técnica de ventas basada en el principio de coherencia: el pie en la puerta. Conseguir poco a poco una implicación cada vez mayor por parte de alguien. Así, la necesidad de ser coherente con sus actos irá jugando a tu favor hasta que obtengas de esa persona el nivel de implicación que deseas.
Muchas organizaciones comerciales emplean habitualmente este planteamiento. La estrategia de ventas consiste en conseguir pedidos importantes empezando por otros menores. Cualquier venta pequeña servirá, porque la finalidad de las transacciones menores no es el beneficio, sino el compromiso, del cual se espera que surjan compras posteriores (mucho mayores) de forma natural.
Otro ejemplo de la técnica del pie en la puerta es el siguiente: En 1966, los psicólogos Jonathan Freedman y Scott Fraser publicaron un sorprendente conjunto de datos, correspondiente a un experimento (3) en el cual uno de los investigadores, camuflado como colaborador desinteresado, había recorrido de puerta en puerta un lujoso barrio de California haciendo una petición absurda a los propietarios de las viviendas. Les pedía que autorizasen la instalación de una valla publicitaria de contenido cívico-social en el jardín de su casa. Para que se hicieran una idea de cómo quedaría, les enseñaba una fotografía de una bonita casa oculta detrás de un cartel enorme y muy poco atractivo que decía: “CONDUZCA CON CUIDADO”. Lógicamente, la mayoría de los residentes en la zona rechazaron la petición (sólo un 17 por 100 la atendieron).
Los investigadores repitieron el experimento, pero
introduciendo una variación: primero solicitaron a la gente que les dejaran
poner una pegatina de 3 pulgadas con el mismo mensaje “AL VOLANTE, SEA
PRUDENTE”. Casi todos los propietarios estuvieron de
acuerdo en exhibir este mensaje corto mucho menos intrusivo. Sin embargo unas
semanas más tarde regresaron a las casa
que habían exhibido la pegatina de 3 pulgadas, esta vez preguntándoles acerca
de las enormes vallas publicitarias. El 76% de ellos accedieron a que se
utilizara su jardín.
Por tanto, las personas
tenían más probabilidades de aceptar una solicitud bastante intrusiva (mostrar
una valla publicitaria grande en su jardín), si primero habían aceptado una
solicitud mucho más pequeña, (en este caso mostrar una pegatina de 3 pulgadas
aconsejando a las personas conducir con precaución).
En otro estudio comprobaron como los
televendedores de una ONG lograron incrementar de forma significativa las
donaciones de las personas a las que llamaban simplemente añadiendo la pregunta
“¿Cómo se encuentra usted esta noche?” (4)
Parece ser que a la gente, tras afirmar que se
encontraban bien o muy bien, le parecía raro comportarse de forma tacaña
después de haber admitido que sus circunstancias eran favorables. (También están usando la misma
táctica del pie en la puerta).
Así, por
ejemplo, en otro estudio se puso de manifiesto que, a la semana de haberse
enterado de que se les consideraba personas caritativas, un grupo de constructores
de New Haven (Connecticut) dio mucho más dinero a un postulante de la
Asociación de Esclerosis Múltiple (5).
FUENTES:
Robert Cialdini. Influencia.
Ciencia y práctica. Ed: JM Sastre. Barcelona 1990.
REFERENCIAS MENCIONADAS:
1.- Sherman
S.J. Cognitive processes in the formation, change, and expression of attitudes.
In Zanna, Olson & Herman (Eds.), Social influence: The Ontario Symposium,
Volumen 5 (pp. 95-1006)
2.- Schein, Edgar H. Persuasión coactiva: Un análisis
Socio-psicologico de "Lavado de cerebro" de presos civiles americanos
por los comunistas chinos. W.W. Norton. Nueva York 1971: ISBN0-393-00613-1.
3.- Freedman Jonathan L. and Fraser Scott
C. Compliance without pressure: the foot in the door technique. Journal of
Personality and Social Psychology 1966, Vol. 4, No. 2, (pp. 155-202)
4.- Weyant James M. Applying
Social Psychology to Induce Charitable Donations. Journal of Applied Social
Psychology, 1984, 14, 5:pp. 441-447.
5.- Kraut Robert E.
Effects of Social Labeling on Giving to Charity. Journal of Experimental
Social Psychology 1973, 9: pp551-562